La historia de los grandes imperios, de aquellas civilizaciones que marcaron \351poca, se confunde con la de sus jefes. Alejandro Magno, Julio C\351sar, Robespierre, Napole\363n. Es tanto un culto a la visi\363n y al talento personal como a la capacidad de encolumnar a un pueblo, y muchas veces a un ej\351rcito, detr\341s de esa visi\363n. Este modo de entender el mando y lo pol\355tico, alcanza su cenit en el siglo XIX. Entonces se dec\355a: Quienes hacen la historia son los jefes. Cien a\361os m\341s tarde, en el siglo XX, el giro ser\341 radical: la historia la hacen las masas. Como ambos dict\341menes no resultaron ser convincentes, hoy se dice: Hacen la historia los jefes y las masas.\012\012La pregunta, por supuesto, es c\363mo hacen esa historia, qu\351 relaci\363n hay entre l\355der y masa. La evidente asimetr\355a entre uno y la multitud no deber\355a ser naturalizada; la inherente concentraci\363n de poder en ese uno, tampoco. En este ensayo de asombrosa lucidez, Emilio Gentile, el gran autor de El fascismo y la marcha sobre Roma, analiza la metamorfosis de esta relaci\363n, desde la Grecia antigua hasta nuestros d\355as, hasta un presente que no es el imaginado unas d\351cadas atr\341s. Por qu\351 cuando se supon\355a que se hab\355a consolidado la democracia republicana, es decir el lugar primordial del Parlamento, se ha vuelto tan preponderante la figura del l\355der.En qu\351 momento la democracia, gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo, como la definiera Lincoln, se convirti\363 en una democracia recitativa, casi una puesta en escena de la representaci\363n popular? \277Cu\341l es la siguiente transformaci\363n, en un mundo donde la verdad de los hechos cuenta menos que la habilidad para narrarlos e incluso negarlos?