Lentamente, o no tanto, la muerte empieza a salir del placard. Los occidentales nos asomamos a ese momento tan misterioso, vamos perdiendo el miedo, comenzamos a preguntarnos c\363mo es. A lo largo de a\361os dedicados a acompa\361ar el proceso de morir, Marian Jacobs ha encontrado que, en un barrio de Buenos Aires, en un d ispensario de la India, en la cama de hospital o en la propia casa, rezando el padrenuestro o recitando el Libro Tibetano de los Muertos, las personas soltamos las amarras de modos muy similares. Que todos morimos valorando lo mismo, agradeciendo las mismas cosas y calibrando de igual manera la balanza de la vida. Que los procesos, aunque \355ntimos, personales e irrepetibles, tienen muchos puntos en com\372n, caracter\355sticas universales que hacen a una buena despedida. Y para acercarnos sus experiencias, la autora nos presenta: A Diego, que le ense\361\363 el valor de estar atenta y no perder el equilibrio. A Ana, que le ense\361\363 la enorme importancia de la definici\363n que nos damos de nosotros mismos. A Rosario, que le ense\361\363 a decir gracias, todo el tiempo y todo lo que se pueda, aun en medio del dolor. A Javier, que le ense\361\363 la importancia de otorgar el perd\363n, as\355 como Luis le ense\361\363 la importancia de saber pedirlo a tiempo, sin esperar para decir lo que tenemos para decir. A Mart\355n, que le ense\361\363 que muere bien quien vive bien. Y a Suda y Rosa, que le ense\361aron a creer irremediablemente que los milagros existen. As\355 nos transmite lo aprendido al lado de personas tan vivas como quien escribe y como quien lee.