\012\012En un museo, los cuadros y esculturas parecen haber nacido ah\355. Hablan por s\355 mismo, y aunque sabemos que fueron ejecutados en otro lado y que llegaron tras alguna peripecia, este recorrido se desvanece, como si no tuvieran m\341s historia que el deslumbramiento que produce su contemplaci\363n. El museo es su lugar natural, donde siempre debieron estar.\012\012Quiz\341s lo sea, pero las peripecias merecen mayor atenci\363n. En principio ponen entre comillas que ese destino sea el natural, pero adem\341s, y fundamental, permiten descubrir historias inesperadas detr\341s de las obras de arte. Historias de ambici\363n y despojo, de azar, olvidos y fanatismos. Un cuadro de Van Gogh que fue encontrado en un gallinero y termin\363 en Rusia; una famosa estatua de un museo de Berl\355n que parece ser una falsificaci\363n, la obsesi\363n de Hitler por una pintura de Vermeer; el tortuoso itinerario del Guernica de Picasso; el chantaje en torno a un Goya. \012\012Con una prosa elegante y concisa, con un saber que a\372na an\351cdotas, tramas pol\355ticas y religiosas y teor\355a del arte, Maureen Marozeau escribi\363 un libro que muestra la trastienda de las obras de arte. No hay curadores ni cr\355ticos, hay personajes extravagantes, galeristas venidos a menos, robos planificados, enigmas sin resolver y doce obras maestras que sobrevivieron al error y la codicia. \012