Nadie escribe hoy como Mar\355a Martoccia. El juicio, que define una exclusi\363n, implica en apariencia un elogio y exige o merece un argumento. Nadie considera como ella la superficie y la hondura de la novela, nadie la explora con esa intranquila y radiante suficiencia, con esa desconfiada superioridad. Esta suficiencia y esta superioridad, sin embargo, no son atributos del sujeto sino habilitaciones del g\351nero, licencias provistas por el talento con el que se lo ha interrogado. Desde el comienzo Mar\355a Martoccia lo hizo con la misma asidua violencia e intensidad. Los personajes en esta novela se observan y son observados. Adquieren, gracias a esas distancias y mesuras de la mirada, requisitos y servicios dignos de la novela decimon\363nica. \277Anacronismo, atraso? Todo lo contrario: el estilo, al retrotraerse sin gesticulaci\363n evidente, evita la contracci\363n del homenaje y la parodia. Los requisitos y servicios se convierten, sin pleites\355a, en procedimientos y recursos propios, de la autora.\012La lectura de A\361os de gracia comporta el m\341s extraordinario de los placeres literarios: el de conocer esas vidas dentro de un mundo cerrado, a la vez imperfecto y completo, insuficiente y \341vido como la realidad, descripto con palabras precisas, exactas en su invencible h\341bito de invenci\363n. Ah, y c\363mo se respira el viejo oficio de escribir de Mar\355a Martoccia, c\363mo se extra\361a ese tiempo en el que el trabajo y la felicidad se reclaman mutuamente. Luis Chitarroni